Firmado por Rocio Franch
Fecha: 31 Marzo 2010
Roma. La Sábana Santa no puede recibir más visitas. Durante la próxima exposición, del 10 de abril al 23 de mayo, al lienzo de Turín se acercarán más de dos millones de peregrinos, incluido el Papa Benedicto XVI el 2 de mayo. Todo está preparado, pero los organizadores han visto superadas sus expectativas. Las reservas para verla llegan a más de un millón, venidas de todos los puntos del planeta.
Ante la masiva acogida, se han alargado los tiempos de visita y los viernes la catedral quedará abierta al público hasta las diez de la noche. Se ha pedido a los seminarios y colegios romanos que envíen confesores que hablen diferentes idiomas, porque no hay suficientes para acoger a todos. Se ha preparado, en colaboración con la región y el ayuntamiento de Turín, un recorrido por toda la ciudad, entre turístico y espiritual, que termina en la Sábana Santa. Es el encuentro cara a cara con el rostro del crucificado.
El lienzo aparece hacia 1300, traído por Geoffroy de Charny, quien lo deposita en la capilla de Lirey. De allí es trasladado, en 1418, a Chambéry, a causa del recrudecimiento de la Guerra de los Cien Años, y custodiado en la Sainté-Chapellle du Saint-Suaire. La Sábana Santa, de 4,41 metros de largo y 1,13 de ancho, sufre el 4 de diciembre de 1532 un incendio que destruye la capilla y pone en peligro su conservación. En 1534, las monjas clarisas repararon como pudieron el frágil lienzo, que quedó, a pesar de los esfuerzos de las pacientes religiosas, con las marcas de la tragedia: dos líneas horizontales que lo recorren entero.
En 1578 el lienzo se traslada de forma definitiva a la catedral de Turín, donde actualmente se conserva. En 1997, hubo un nuevo incendio en la Capilla de la Sábana, del cual se salvó providencialmente gracias a su traslado a la Capilla del Coro, por unos trabajos de restauración.
Esta es la primera vez que la Sábana Santa se expone desde que en el año 2002 la Prof. Flury-Lemberg y sus colaboradoras pudieron restaurar el lienzo que las clarisas habían intentado reparar con pequeños “remiendos”. Gracias a este proceso, se han podido realizar estudios con escáner, controles fotográficos con rayos X y fluorescentes, exámenes de todo tipo... La imagen ha sido estudiada y analizada con las más avanzadas técnicas. Esto ha creado una nueva ciencia, la “sindologia”, que estudia el lienzo desde el punto de vista médico, fisiológico, polínico, etc. Los resultados han sido entregados al Custodio Pontificio de la Sábana y será la Santa Sede quien decida cuándo podrán usarse en ulteriores investigaciones.
Como decía Juan Pablo II en 1998, en su peregrinación a Turín, la Sábana es una “provocación a la inteligencia”, un desafío para continuar investigando y “encontrar respuestas adecuadas a los interrogantes relacionados con este lienzo”. Muchos han señalado que podría ser una pintura realizada por un “copista” medieval. Pero como destaca Andrea Tornielli en su libro Sindone, inchiesta sul mistero (Ed. Griaudi), el falsario de la Sábana Santa tendría que haber sido una especie de superman, ya que existen demasiadas coincidencias entre la imagen del lienzo y la época y la imagen del Cristo evangélico, como la señal de la moneda de los tiempos de Poncio Pilato en el ojo izquierdo.
Sin embargo, para los dos millones de personas que visitarán la Sábana no es decisivo saber si es Cristo o simplemente un hombre torturado, aunque pocos creen que sea una copia. El peregrino busca en el rostro del lienzo algo que el mundo actual no consigue dar: respuestas al dolor y al sufrimiento humano. El dolor es incomprensible. No es “razonable” ni se adapta a los “cánones” de belleza y éxito que ha establecido la sociedad occidental como normas de felicidad. Se intenta ocultar, eliminar o directamente ignorar. Pero acaba reapareciendo.
Ante la Sábana Santa de Turín, la humanidad se siente interpelada por el misterio, reconociendo lo que va más allá de la razón. Muchos peregrinos afirman sentirse observados y escrutados por el hombre del lienzo. Y es entonces cuando la soledad humana se encuentra con el rostro sereno del hombre descrito en la profecía de Isaías (53, 3): “Despreciable y desecho de hombres, varón de dolores y sabedor de dolencias, como uno ante quien se oculta el rostro, despreciable, y no le tuvimos en cuenta”.
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