sábado, 31 de marzo de 2012

¡Apunta a tu hijo a la clase de Religión!, por arzobispo de Burgos, Francisco Gil Hellín



Escrito por Redactora  DE ECCLESIA DIGITAL
viernes, 30 de marzo de 2012
La Constitución Española no puede ser más clara ni coherente: “Los Poderes Públicos tienen el deber de garantizar el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones” (art. 27.3). 

ImageEstas palabras se refieren a todos los padres, sean de la religión que sean. Como es lógico, contemplan también a los padres católicos. Más aún, los contemplan de una manera especial, porque ellos eran la mayoría cuando se votó y aprobó la Constitución y ellos siguen siendo mayoría en este momento. Aquí se fundamenta lo establecido en los Acuerdos Iglesia-Estado, cuando afirman que la enseñanza de la Religión y Moral Católicas deben impartirse en todos los centros de enseñanza “en condiciones equiparables a las demás disciplinas fundamentales” (art.1 y IV).

Este derecho de los padres católicos, primeros y últimos responsables de la educación religiosa y moral de sus hijos, incluye el derecho a que desde otras asignaturas o actividades no se imparta a los hijos una enseñanza contraria a la formación religiosa y moral que los padres han solicitado. En el supuesto de que este derecho no se respetara, los padres podrían recurrir a la autoridad competente y exigir responsabilidades. En el fondo se trata de hacer respetar un derecho fundamental de la persona humana: el de la “libertad religiosa”. Una libertad que es mucho más que la mera “libertad de culto”, pues incluye, además de ésta, el derecho a proyectar sus creencias en todas las actividades –públicas y privadas- sin que nadie ponga ningún obstáculo físico o moral.

Hace unos años se publicó una carta de un conocido socialista francés, al que su hijo, a quien él había educado con una visión atea de la vida, le pedía su consentimiento para no asistir a las clases de religión. Su respuesta fue ésta: “No te dispenso ni dispensaré nunca de ella. Porque quiero que seas un ciudadano francés capaz de comprender nuestra cultura y puedas leer y entender las grandes obras de ciencia y arte de Francia y Europa desde el final del Imperio Romano hasta hoy”.

No cabe duda de que este padre procedía con mucho sentido común. Cerrarse, en efecto, al conocimiento de la religión católica es cerrarse a la lectura y comprensión de hombres tan eminentes como san Agustín, la Divina Comedia, santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz, El Quijote y tantas obras de literatura. ¿Quién puede acercarse de verdad a nuestra Catedral y a cualquiera de las del Camino de Santiago, a nuestros grandes museos de arte, y a tantas joyas artísticas que nacieron para expresar una idea religiosa católica si ignora las grandes verdades de esta religión?

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