lunes, 22 de julio de 2013

Marta ofrece cosas, María se afrece a sí misma. Domingo 21 de julio. 16º domingo del Tiempo Ordinario


Gn 18,1-10: Tres hombres visitan a Abrahán en el encinar de Mambré
Salmo Responsorial 14: Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?
Col 1,24-28: El misterio escondido es revelado ahora a su pueblo santo
Lc 10,38-42: Marta le recibió en su casa. María ha escogido la parte mejor

Tanto la primera lectura como el Evangelio nos muestran a un Dios cercano y familiar. Jesús es el rostro cercano del Padre. Un Dios que se hace amigo de la humanidad, que se acerca, no toma distancia, crea vínculos no pone barreras, entra en dialogo con la persona, como amigo, sin condiciones. Busca sacar de en medio todo aquello que aleja y marca distancia, se deja a acoger, recibir, querer. Se hace parte de los quehaceres cotidianos de la vida de las familias. No hace falta nada previo, solo recibirlo, darle lugar en la casa. No toma lugar especial, se hace uno más en el ambiente y lugar que lo reciben……Lo vemos a Jesús totalmente integrado en compañía de sus amigas. Toda una pedagogía para acercarnos y entrar en dialogo con el mundo. Buen domingo. Fr. Che. 

Comparto esta reflexión Bíblica del “Servicio Bíblico latinoamericano Koinonia”. 
El texto de la primera lectura nos presenta una escena familiar. Abraham, sentado ante la tienda, recibe la visita del Señor. Abraham lo recibe con hospitalidad. Dios lo premia con la fecundidad de Sara.r
Tres rasgos fundamentales caracterizan el texto: la fe de Abraham al reconocer al Señor. La hospitalidad con que se recibe al Señor y la familiaridad de Dios con Abraham y su familia. Es un bello ejemplo de la relación y acogida de Dios por el ser humano, la única posible para caminar. 


El caso de Marta y María es aprovechado una vez más por Lucas para resaltar el valor de la escucha de la Palabra de Dios. Sin entrar en la teoría del valor de la contemplación sobre la acción, que se ha querido ver en las dos actitudes opuestas de Marta y María, lo cierto de la anécdota es que el Reino de Dios no puede dejarse distraer por una preocupación demasiado exclusiva por las realidades terrenas. Por otra parte escuchar la Palabra de Dios es todo, menos ocasional.

Nos encontramos con un cuadro familiar en el que Jesús visita en su casa a unas amigas suyas. Ellas, Marta y María lo reciben en su casa.

El Maestro no aprueba el afán, la agitación, la dispersión, el andar en mil direcciones “del ama de casa”. ¿Cuál es, pues, el error de Marta? El no entender que la llegada de Cristo significa, principalmente, la gran ocasión que no hay que perder, y por consiguiente la necesidad de sacrificar lo urgente a lo importante.

Marta se precipita a “hacer” y este “hacer” no parte de una escucha atenta de la palabra de Dios, por lo que corre el peligro de convertirse en un estéril girar en el vacío.

Marta ofrece a Jesús cosas, María se ofrece a sí misma.

El problema es descubrir poco a poco qué es lo que quiere Jesús de mí. Por eso es necesario parar, dejar el ir y venir, y sacar tiempo para escuchar la Palabra de Jesús y comprender cuál es realmente la voluntad de Dios sobre mi vida.

Un segundo comentario al evangelio de hoy: 
En el evangelio de Lucas el camino de Jesús a Jerusalén marca una progresiva manifestación del Reino.

El trajín de la vida cotidiana había atrapado a Marta y, probablemente, la había vuelto sorda a la Palabra de Dios. Ella recibe a Jesús pero no lo escucha. Aunque Jesús entra a su casa, ella lo deja por puertas. Jesús propone un plan encaminado a formar verdaderos oyentes de la Palabra -auténticos discípulos- que Marta no está dispuesta a atender.

María, al contrario, comprende bien el proyecto de Jesús y rompe con los prejuicios culturales de su época. En lugar de andar atareada con los oficios domésticos “propios de las mujeres” (las “labores propias de su sexo”, como se ha dicho y pensado durante tanto tiempo), se pone “a los pies del Señor para escuchar su palabra”. Este gesto, reservado entonces culturalmente a los discípulos varones, la acredita como discípula.

En su camino Jesús va formando, pues, a sus seguidores en las actitudes indispensables para llegar a ser verdaderos discípulos. Una de esas actitudes es la de escuchar atenta y serenamente su Palabra. Actitud que exige romper con el ritmo loco e interminable de la vida cotidiana para ponerse, serena y atentamente, a los pies del Maestro. Esta elección que a los ojos de la eficiencia puede parecer superficial e inútil, es una condición fundamental para llegar a ser un auténtico discípulo.

Nuestro cristianismo se convierte así en un tímido cumplimiento de algunas obligaciones religiosas, sin espacio para la escucha de la Palabra

Para aprender la lección del Maestro, debemos formarnos en la escucha atenta de la Palabra en la Biblia y en la vida

La Palabra de Dios está hecha para caminar con nosotros paso a paso, día a día, minuto a minuto. Para enseñarnos a vivir en comunidad la solidaridad que hace efectivo aquí y ahora el reinar de Dios. Para ayudarnos a escuchar la Palabra que Dios nos dirige en la difícil realidad de nuestros pueblos: en las inhumanas condiciones de las grandes ciudades, en la soledad y el aislamiento de los campos.
Para la revisión de vida:
¿En el trajín de cada día tenemos tiempo para escuchar atenta y serenamente la Palabra que Dios nos dirige en la Biblia y en la vida? 
¿Somos críticos ante nuestro propio activismo y afán de eficacia, o están siendo también de alguna manera unos nuevos "absolutos" en nuestra vida? 
(Servicio Bíblico latinoamericano Koinonia).

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