El Papa Francisco, el arzobispo de Madrid, Carlos Osoro y el director mundial de Scholas, José María del Corral se reúnen mañana en el Vaticano para decidir la fecha de lanzamiento, que será en el mes de noviembre
«Me echaron de siete colegios, la primera vez, solo tenía 5 años...Algo del “lío” del que habla el Papa conozco», cuenta entre risas, José María del Corral. Amigo del Papa desde hace 20 años y la única persona de su entorno que lo acompañó en la misa de inauguración de su Pontificado el 19 de marzo de 2013, es hoy, por designación del Papa, director mundial de Scholas Ocurrentes, la entidad internacional sin fines de lucro impulsada por el Santo Padre que trabaja con escuelas públicas y privadas de todas las confesiones religiosas y laicas para «revolucionar» la educación y rehacer el pacto educativo.
Del Corral fue echado del colegio con tan solo cinco años y hoy está al frente de la fundación educativa con mayor alcance del mundo y la única reconocida canónicamente y declarada de derecho pontificio.Pero no es paradójico, sino todo lo contrario. «Era muy liero, inquieto desde pequeño, nunca me gustó el sistema escolar, me parecía muy artificial», explica.
Precisamente por ello, Francisco pensó en él cuando decidió tender puentes y «cambiar el mundo desde la educación», de hecho, le pidió también que se sentara con su guardapolvo blanco de docente a su lado el día de su asunción. «Sí, como dice Francisco queremos cambiar el mundo, por eso decimos que estamos locos.
El Papa no deja sus ideas en el tintero, se moja, tiene un gran nivel de compromiso con Scholas, es un jefe impresionante, con todo lo que tiene en la cabeza, está pendiente permanentemente de cómo marcha la fundación», cuenta del Corral, que tuvo una vida algo parecida a la de Francisco. Quedándole solo tres asignaturas para graduarse de economista, se metió en el seminario. Francisco iba a estudiar Medicina y también abandonó la carrera por su vocación religiosa. La diferencia es que Del Corral no llegó a ordenarse, pero eso lo llevó por otros derroteros.
«Él conoció mis locuras y yo su sabiduría y me animó a hacer algo con los jóvenes»
Antes de abandonar el seminario se metió a trabajar, como el Papa, en las chabolas de Buenos Aires. «De ahí, volví al ámbito empresarial y me vi en un edificio de 23 pisos trabajando con grandes empresas y me di cuenta de que eso no era lo mío». Este teólogo, filósofo y pedagogo se retiró del mundo bancario y se metió a dar clases de Teología en la Facultad de Agronomía de la Universidad Católica Argentina. Conociendo su andadura, el Papa, en ese momento Arzobispo de Buenos Aires, lo designó presidente del Consejo General de Educación. «Él conoció mis locuras y yo su sabiduría y me animó a hacer algo con los jóvenes».
El primer proyecto consistió en juntar a jóvenes musulmanes, católicos y judíos fuera de las aulas para que se conozcan, y a su vez, refuercen su propia identidad dentro de la convivencia. De ese encuentro, Bergoglio accedió al pedido de los jóvenes de ir al Congreso y fue así como «surgió la ley 2.169, votada por unanimidad y que declaraba a Buenos Aires como Ciudad Educativa».
«La sociedad es la que debe reeducar»
Pero ese fue solo el comienzo. «Empezamos trabajando con 70 colegios y cuatro años después, contábamos con 7.000 estudiantes de todo tipo de escuelas, nos convertimos en el programa educativo más grande de Buenos Aires». De esta forma, tomaba forma, aunque sin saberlo, lo que después sería Scholas, semilla de la Escuela de Vecinos, lanzada por Bergoglio en Buenos Aires cuando era Arzobispo y dirigida por Del Corral.
Este pequeño proyecto impulsó al Papa a extender en todo el mundo Scholas. «La educación no pasa por el aula artificial, lo que les dicen en el colegio, sino por la vida real, algo tan obvio como eso. Por eso llegamos a esta idea con el Papa, de que es la sociedad es la que debe reeducar, no dejarle toda la responsabilidad a los docentes».
Recuperar la esperanza cívica
Scholas busca escuchar a los adolescentes en vez de hablarles, tender puentes fuera de las aulas y centrarse, sobre todo, en aquellos en riesgo de vulnerabilidad. Hoy, Scholas trabaja en más de 71 países de los cinco continentes y conecta a más de 400.000 escuelas públicas y privadas.
«Queremos que los jóvenes de distintos colegios, barrios y niveles sociales se unan y cuenten lo que les pasa, sus problemas. Cuando ven que existen soluciones, recuperan la esperanza cívica, que es una expresión de la esperanza cristiana», explica Del Corral. Así, han ayudado a alzar la voz, por poner solo unos ejemplos, a los jóvenes cubanos que se reunieron con sus pares estadounidenses y que pudieron charlar con Francisco. CONTINUAR EN ABC
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