El objetivo del estudio "Qué menores ven nuestros menores en televisión", elaborado por la Asociación de Usuarios de la Comunicación para el Defensor del Menor, es identificar cuáles son las imágenes que la programación televisiva ofrece de los niños y adolescentes y determinar qué valores, positivos o negativos, se desprenden de dichas imágenes. Para ello, se han analizado 87 espacios televisivos -varios capítulos de cada uno de ellos- durante un espacio de tiempo de ocho meses. La selección se ha realizado atendiendo a dos criterios: programas protagonizados por menores y programas que tienen a los menores como público objetivo.
Según este estudio, las series televisivas desautorizan la figura paterna y trivializan asuntos como el consumo de drogas y las relaciones sexuales, incluso con adultos.
Las reglas marcadas por los padres, que aparecen como seres egoístas, inmaduros e ignorantes, son consideradas normas arbitrarias que pueden y deben transgredirse.
La violencia, muy presente en la programación infantil, se trata de un modo atractivo, desde el punto de vista del agresor y sin mostrar sus consecuencias negativas. Los menores se asocian en muchos programas con contenidos de adultos, poniéndoles en contacto con temas y problemas poco recomendables para sus edades. Los niños más pequeños aparecen como seres autosuficientes, que sólo se relacionan entre ellos y que perciben a los adultos como una amenaza.
Es una realidad que los menores ven mucha televisión y que hay un alto consumo vespertino (entre las 17:00 y las 20:00) y nocturno, momento en el que hay más menores frente a la pantalla (de 20:00 a 24:00). La influencia que la televisión tiene en la construcción de su identidad es innegable por lo que los estereotipos de infancia y adolescencia que proyectan los medios resultan decisivos.
En el caso de los adolescentes, lo que prima es la construcción de la personalidad en base a estilos de vida con los que se identifican o en los que se proyectan. La televisión, de nuevo, juega un papel fundamental en esa construcción de identidad.
De las principales conclusiones del estudio se puede deducir que la imagen que los menores reciben de sí mismos a través de la televisión está claramente condicionada por los intereses del mercado audiovisual y no se inscribe generalmente en modelos pedagógicos relacionados con la edad que tenga el menor. Prueba de ello es que los canales temáticos supuestamente infantiles se dirigen, sin embargo, a un público mucho más heterogéneo.
Tampoco se provee a los menores de unas normas de consumo y uso crítico de la televisión, una alfabetización mediática que les permita filtrar los mensajes que reciben por lo que la influencia que puedan tener sobre ellos los estereotipos que transmiten los distintos programas es muy elevada.
En este sentido, los poderes públicos, en combinación con la industria audiovisual, las instituciones y la sociedad civil, deben garantizar para los menores una programación televisiva de calidad, que transmita valores, minimizando lo más posible cualquier posible efecto negativo en un tramo de edad tan importante para la formación del individuo.
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