jueves, 11 de julio de 2013

Complementarias y extraescolares por Mariano Martín Gordillo

Te dejo una reflexión sobre las actividades de los departamentos con los alumnos que me parece apropiada y oportuna:
Dos conceptos emparejados de difícil definición. Como el viejo cine de arte y ensayo, en el que nadie sabía qué películas eran de arte y cuáles de ensayo. La etiqueta simplemente las distinguía del resto, del cine normal. Hoy se habla de cine independiente o de autor para aludir a ese que sigue estando en los márgenes. Como esa interesante web sobre cine español al margen. Como las actividades complementarias y extraescolares, que también parecen estar al margen.
Hacer y ver teatro, ir al cine, ir a conciertos, tocar algún instrumento, visitar exposiciones, hacer danza, practicar deportes, ir al campo, visitar museos, entrar en un laboratorio, conocer una fábrica, recorrer ciudades, convivir con gentes de otras culturas, aprender a viajar… Esas cosas, que tanto se parecen a la vida, son las actividades complementarias y extraescolares en la terminología de la burocracia escolar. Cosas al margen. Casi arte y ensayo.
Más que por lo que son, las actividades complementarias y extraescolares se definen por lo que no son. No son lectivas. No son curriculares. Tampoco parecen evaluables. Y ahí empiezan sus problemas. Lo lectivo, lo curricular y lo evaluable está siempre bien organizado, dispone de su tiempo y su espacio en el sistema escolar. Lo otro no. Esas otras actividades apenas son valoradas y evaluadas. Su organización queda para espacios y tiempos marginales, los que no son obligatorios, los del voluntarismo. De hecho, muchas de ellas están privatizadas. Corresponden a ese capital cultural que cada familia transmite a sus vástagos en el tiempo no escolar. Ese tiempo que, con la generalización de la jornada continua, es cada vez más extenso y más desigual.
En otros países esa otra educación no lectiva se considera esencial. Una parte significativa de su tiempo escolar es también educativo en ese sentido más amplio que no limita la formación a la sucesión de asignaturas. Esas otras actividades impregnan la vida de sus centros definiendo también su identidad. Pero en nuestra escuela lo complementario y lo extraescolar tiende a ser lo voluntario, lo periférico. Incluso lo prescindible.
Salir con los alumnos a los lugares en que transcurre la vida o hacer que la vida real entre cotidianamente en los centros es casi un desafío que asumimos parte de los docentes mientras otros nos miran condescendientes. Y es que muchos no reconocen como valiosas otras competencias profesionales que no sean las del aula y sus rutinas.
Por eso esas actividades parecen marginales y a las primeras de cambio son marginadas. Cuántos centros habrán trasladado a ellas los recortes que venimos padeciendo en los últimos tiempos. Cuántos niños y adolescentes habrán perdido, con su reducción o suspensión, la única oportunidad que tenían para saber que la vida es más amplia que lo que les pueden ofrecer sus iguales, su entorno familiar o sus asignaturas escolares.

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